Tamunangue o Sones de Negro: un mosaico cultural de música, danza y devoción

En el estado Lara florece una expresión cultural, única, vibrante y arraigada en la que distintas disciplinas artísticas se unen para forjar una tradición viva. Compuesta por siete sones distintos, el Tamunangue o Sones de Negro se eleva en honor a San Antonio de Padua, fusionando la devoción religiosa con la riqueza de la expresión popular. La manifestación, celebrada cada 13 de junio, es testimonio del sincretismo cultural del país y ha sido postulada por el Estado venezolano para ser incorporada en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco.

“En esta expresión se enlazan elementos de origen africano, por eso se llama Sones de Negro; se trazan elementos indígenas y se enlazan elementos de origen hispano. Es una de las manifestaciones más hermosas en cuanto a la combinación de teatro, música, danza y canto, una verdadera interpretación de las artes escénicas, y bajo ese concepto se envió a la Unesco”, indicó el presidente del Centro de la Diversidad Cultural, Benito Yrady, al explicar que el expediente introducido será revisado en el 2026.

La elaboración del documento fue posible gracias a la organización de los y las practicantes de la manifestación, quienes recibieron apoyo y asesoría del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la Universidad Territorial Andrés Eloy Blanco y la gobernación del estado Lara. En el trabajo destacó la participación de comunidades de cinco municipios de la entidad y de voluntarios que se sumaron a diversos encuentros denominados “Cumbres de Sones de Negro”.

Además del expediente elevado ante el organismo internacional, las comunidades constituidas han elaborado un manual de principios éticos sobre la manifestación, con el objetivo de salvaguardar la correcta ejecución de esta expresión cultural. Además, se trabajan en su incorporación en los programas escolares de la región.

El Tocuyo: cuna de los siete sones del Tamunangue

El Tamunangue o Sones de Negro es originario de El Tocuyo y se ha extendido a otras ciudades del estado Lara, donde ha adquirido algunas variaciones, sin perder su esencia y profundo significado. Su estructura consta de siete sones, cada uno con su música, danza y teatralidad particular. Inicia con “La batalla”, una danza que simula el combate de dos hombres con garrotes o bastones, considerados como armas de guerra en algunas etnias indígenas y pueblos antiguos de Europa.

Luego, siguen La Bella, La Juruminga, El Poco a Poco, El Yiyivamos, La Perrendenga, El Galerón y El Seis Figureao (o Seis Corrido), sones que poseen características distintivas y coreografías propias, donde se despliega el galanteo entre el hombre y la mujer, tejiendo una narrativa visual de cortejo, marcada por la creatividad y la jocosidad. 

El acompañamiento musical de los sones se realiza con instrumentos de cuerda de una gran variedad: el cuatro, el cinco (o quinta), el tiple, el tambor y las maracas. Además, resalta la capacidad de improvisación de los cantores, cuyos versos se adaptan a las localidades donde se realiza la manifestación. “Cada son tiene unas características particulares: hay un conjunto de frases y palabras que nos remontan a los antiguos habitantes de esas regiones y también hay una teatralidad muy diversa”, indicó Yrady.

Fe y ofrenda viva a San Antonio 

El Tamunangue es, tradicionalmente, una promesa o pago ofrecido al San Antonio de Padua por favores concedidos. La realización de los Sones de Negro se convierte en un acto de fe y agradecimiento, donde los devotos honran al santo y fortalecen su vínculo espiritual con él. La relación entre esta manifestación y el santo se gestó en El Tocuyo cuando se entrelazaron las tradiciones de los negros esclavizados, las poblaciones indígenas y los colonizadores españoles.

La devoción a San Antonio de Padua, traída por los españoles, fue adoptada y resignificada por los esclavizados, quienes no lo consideraron sólo un referente religioso sino un símbolo de resistencia y esperanza. “Como la iglesia no pudo dominarlos les colocó un santo para que se arrodillaran, pero ellos no se arrodillaron ante la iglesia sino ante San Antonio y desde allí es el patrono de los tamunangueros. Hoy lo llamamos Tamunangue, antes en todas partes lo llamaban Sones de Negro”, explicó la cultora Miriam Britto, promesera e integrante de la cofradía de San Antonio de Padua en Sanare.

Britto, quien forma parte de esta manifestación desde hace más de 30 años, indicó que El Tamunangue llegó a Sanare hace al menos 300 años y desde entonces ha adoptado particularidades. En esta localidad, la manifestación inicia desde el 1 de junio con un recorrido por la avenida principal del pueblo, donde participan agrupaciones y niños que se preparan en los talleres. Además, se realiza el velorio 8 días antes del día 13 y el día 12 los grupos tamunangueros se reúnen en las iglesias del sector y pagan las promesas en las casas del pueblo. El día 13 se realiza la celebración central, con la misa, toque de los sones y la continuación del pago de promesas en toda la localidad.

“Cada elemento del Tamunangue es importante: la música, los instrumentos, los bailadores, los promeseros. Todos forman parte de esta bella tradición; sin uno no hay otro. Son los milagros de cada uno los que han permitido que se mantenga y haya un fervor arraigado a San Antonio. Cada promesero tiene un testimonio de fe”, destacó Britto.

Salvaguardas y herederos de la tradición

El valor de El Tamunangue o Sones de Negro trasciende lo artístico y se arraiga en la identidad de las comunidades del estado Lara. Conscientes de su riqueza, sus practicantes despliegan esfuerzos para su preservación, organizándose en escuelas familiares denominadas “Núcleos de saberes”, donde la tradición se transmite de generación en generación. 

“Cada agrupación es como una escuela, un núcleo de tradición de saberes. Ellos van enseñando a sus hijos y familiares para integrarlos a los grupos. Además, nosotros vamos a las instituciones educativas dictando talleres sobre la historia de San Antonio y todo lo que tiene que ver con el Tamunangue”, detalló Britto.

El compromiso de los practicantes se extiende a la promoción y divulgación del Tamunangue a lo largo y ancho del país, para asegurar que este legado cultural continúe resonando y enriqueciendo el patrimonio venezolano. En ese sentido, el presidente del Centro de la Diversidad Cultural, Benito Yrady resaltó la diversidad del acervo venezolano.  “Somos un país que ha llamado la atención en la UNESCO por su riqueza cultural porque, a fin de cuentas, el Patrimonio Cultural Inmaterial es el crisol de la diversidad cultural. En este sentido, el Estado venezolano está en la obligación de apoyar las manifestaciones, estén o no declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, aseveró.

La riqueza y trascendencia del Tamunangue o Sones de Negro, no sólo reside en sus diversos sones, su música vibrante y su atractiva teatralidad, sino en su capacidad para unir a las comunidades, reivindicar la fe de la población y proyectarse hacia el futuro como un legado cultural que resonará en muchas generaciones.

T: Prensa MPPC/Claudia Hernández 

Fotos: Edys Glod / Monica Sanchez

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