A propósito del documento entregado esta semana al Fiscal General de la República por un grupo de cultores y comunicadores, y avalado con unas 200 firmas, solicitando la aplicación de la Ley Resorte y la prohibición del reguetón en los espacios públicos, especialmente los infantiles, quisiera precisar algunos puntos a fin de limpiar esa noble iniciativa de cualquier residuo de pacatería y falsa moral.
La industria del entretenimiento tiene un objetivo muy claro en el afán de imponer la cultura hegemónica de la dominación, se trata de ese recurso ideológico conocido como la “Alienación” y que no es más que la posibilidad, a través de la imposición de falsas necesidades de consumo, de abstraer de la realidad a los pueblos oprimidos y explotados por un sistema donde la palabra humanidad parece haber desaparecido del diccionario. Abstraerlos para neutralizar cualquier inquietud que pueda colocarlos en el camino de la liberación. Entre esos productos, los musicales han demostrado una alta efectividad, sobre todo porque siempre vienen acompañados de jugueticos que fortalecen su efecto alienante. Bailes, vestuario y modos de conducta que distorsionan las relaciones humanas.
El reguetón, tal como ha sido ofrecido por la industria, ha mostrado esa efectividad embrutecedora gracias a varios factores: Una base rítmica establecida en un solo compás y repetida sin alteración, melodías con pocas variantes construida a partir de una misma secuencia armónica, una letra que invoca lo más elemental del instinto humano y una manera de bailar donde se exalta el más sagrado principio del capitalismo, en su acepción machista, que es la dominación de la mujer por el hombre, promoviendo esas formas de explotación en el imaginario. He ahí el meollo.
II
La pornografía no es más que el erotismo apropiado por la industria del entretenimiento para convertirlo en mercancía. El erotismo es una expresión humana que se ha manifestado de distintas maneras a lo largo de la historia. Erotismo hay en muchas danzas tradicionales, fue fuente de escándalo y llegó a extremos de prohibición. Es el caso de la sarabanda africana que en el Caribe del siglo XVII causó sensación por la manera en que los cuerpos se acercaban y frotaban. El merengue rucaneao que se bailaba en los llamados mabiles caraqueños también fue estigmatizado y no hablemos de algunas figuras del baile de tambor de nuestras costas. El son, el guaguancó, el merengue dominicano, la samba brasileña, el vallenato, todos estos géneros de raíz africana tienen en su baile la presencia del erotismo. El asunto se vuelve turbio cuando la industria toma estos elementos, los lleva a sus laboratorios, los manipula con la intención de crear un producto comercial y los convierte en mercancía para imponerla con la etiqueta de “cultura global”.
Letras que expresen una conducta machista, misógina y de profunda lógica patriarcal pueden encontrarse tanto en las manifestaciones tradicionales, como en los ámbitos populares y de la tradición escrita. Son los antivalores del sistema colonial capitalista que han sido inoculados en las conciencias para convencernos que las relaciones de dominación son naturales, espontáneas y eternas.
Imaginemos ahora que el sistema, que presentía que sus bases se estaban debilitando, decidió que había que ser más explícito, que se precisaba de una nueva evangelización, tal como aquella que llevó a la sumisión de nuestros pueblos hace 500 años, para aplacar cualquier inquietud liberadora. Para ello requería del arma perfecta. Así surgió el reguetón del siglo XXI.
III
El reguetón es el arma perfecta del capitalismo decadente del siglo XXI porque es efectivo en el proceso de alienación de los pueblos al fortalecer sus antivalores. Es por esa razón por la que un Estado cuyo Plan de la Patria establece entre sus líneas generales “Gestar el proceso de descolonización ético, moral y espiritual de la sociedad a partir de la construcción de los valores liberadores del socialismo” debe prestar especial atención a este fenómeno. Así debe entenderse el documento entregado al Fiscal General, como una alerta por los efectos alienantes que pueda dejar sobre nuestras niñas y niños al exponerlos a este producto y a aquellos otros con contenidos similares.
La prohibición o censura nunca ha sido una estrategia exitosa a la hora de evitar la generación de conductas. No hay nada que más atraiga al ser humano que una obra prohibida. Pero tampoco se puede permitir que desde el Estado se promuevan artistas y difundan obras que aferren las conciencias al pensamiento colonial. Es, a través de estrategias pedagógicas, nacidas desde una clara política educativa que se neutralizan esos efectos negativos (Sin temor a que salgan por ahí a hablar de adoctrinamiento, otro tema a debatir). Hay que hablar de ello, claramente, con nuestros niños (El hecho de que dejen de escuchar y perrear en el recreo no va a evitar que si lo hagan en las fiestas de cumpleaños).
No lo negamos. Hay reguetoneros que intentan lanzar mensajes distintos, pero, al utilizar este género como plataforma, nunca van a ser suficientemente efectivos en su intención contracultural. Se trata de un paquete que incluye el perreo, un baile que afianza el mensaje atroz del machismo y la mujer-objeto sexual de manera tan concisa que cualquier letra, por más lírica que sea, acaba subordinada a la fórmula.