Bajo la luna de Otilio

En pocos días, el 13 de diciembre, celebraremos un año más del nacimiento de uno de esos prodigios que nos hace sentir orgullosamente venezolanos, Otilio Galíndez. Hace 88 años nació en Yaritagua un ser capaz de generar, simultáneamente, pensamientos en música y poesía. Nada fácil. Dicen que los grandes poetas del Califato de Córdoba y durante toda la dominación musulmana de la península ibérica, entre los años 711 y 1492, pensaban sus poemas ya con la música incluida. Era lo natural. La poesía no existía sin la música con la cual se expresaba. Entre los músicos de aquel período se destacan Ziryab, quién además era un virtuoso ejecutante del laud, y el filósofo Ibn Bajjah. Aunque les duela, el desarrollo de la música europea debe mucho a la influencia que irradió el arte de Al Andalus en muchas de sus cortes.

No dudo al afirmar que Otilio Galíndez es un digno heredero de estos maestros. Un genio capaz de convertir en portentoso momento lírico a los charquitos que deja la lluvia en el patio y al humilde perro callejero con sus ladridos del hambre. De la estirpe de Luis Mariano Rivera, este hombre de pueblo supo cubrir de ternura las cosas más sencillas, las que maravillaban a Aquiles.

Pero Otilio es también el espíritu de la navidad venezolana. Haber nacido en el mes más hermoso del año debió influir en su carácter y sensibilidad porque es en esta época en que resuena su voz con más ahínco. Sus aguinaldos y parrandas se escuchan en todas las casas de este hermoso país como si siempre hubieran existido en las almas de nuestro noble pueblo. El poncho andino, La Restinga, Muchacha, Dónde vives y Dime si es pascua se mezclan con los olores de las hallacas bajo la luna decembrina, la luna de Otilio, mientras cantan los aguinalderos, calle abajo, “Prendan la luz que es diciembre”.

Foto: albaciudad.org

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